A J.R.G.
I
Amada Musa.
Desde la soledad de mi alcoba, rodeado de deidades olímpicas y sobre un concierto heterogéneo de criaturas
que se aprestan a cohabitar, te escrito estas notas desbordante mi corazón de plenitud,
empero vacilante de esta ilusoria realidad.
Forzoso, debo hacer reiteradas pausas... Quiero permanecer sereno, mas
mi alma da sobresaltos. Duda. Teme. En sus arcanos, cree que esto es un romance
metafísico; una paradisíaca forma de alucinación; un amor desfasado.
Por ello, como paliativo se ve en la imperiosa necesidad de cumplir
con el mandato del amor. Así sería más disimulado justificar tu estado
primaveral, y salvar mi condición otoñal.
II
En mi mente repaso ávido el contrato
que recién tú y yo suscribiéramos de
manera consensuada, sin opulentas ceremonias, sin levantar nuestras diestras, y
con total ausencia de refinados invitados y finas copas de cristal.
Ah… Tampoco fue necesario desembolsar honorarios para que un tercero
avalara nuestro compromiso. Verbal fue nuestro ideal, más resistente quizá a las
tendencias modernas que un obligatorio oficio estampado con nuestras rúbricas; un
insignificante papel vacío que irremediablemente tornase caduco con el paso del tiempo.
Solo tu palabra y la mía…Y nuestro acuerdo troquelado con caracteres indelebles. ¿Para qué más? Así fue nuestro solemne juramento
de amor.
III
Cuán placentero resulta que
hayamos decidido cruzar la vastedad oceánica, tú y yo, forjando cadenas con
nuestros brazos; fuertemente entrelazadas las manos; asidos a un único
cayado; cada uno leyendo los
pensamientos del otro… ¿Habría otra manera de llegar juntos a la ribera
propuesta?
IV
¡Oh!… amada mujer: Que ninguno se adelante; que ninguno exceda sus
pasos; que ni tú ni yo jamás emulemos a
la mujer de Lot. Lo sabes: tu pasado coincide con el mío.
Te ruego que sincronicemos escrupulosos todos nuestros movimientos y
proyectemos nuestra mirada al punto remoto. Allá donde el Sol, después de su
caluro paso, cae rendido para renacer mañana con nuevos bríos, irradiando todas
sus líneas luminosas sobre nuestro entendimiento. ¿Cuál obstáculo le impedirá continuar
su órbita? ¿Cuál obstáculo nos detendrá,
motivante señora?..
IV
Anhelo mío. Atrás queda la hierba seca y maltrecha; flores mustias e irreparables soportes quebrados… ¡Oh! Aves mutiladas que perdieron su tibio canto. Aún persisten esporádicos y detestables ecos que afortunadamente van perdiendo fuerza. Observa como el área que abandonamos, exhibe contornos agrietados de un lamentable pasado que recién empieza a convalecer.
V
¡Oh!.. Cuánto júbilo. Desde acá
visualizo en el otro borde, el verdor de la pradera; flores multicolores en
constante agitación acudiendo a nuestro llamado; aves con flautas canoras que elevan
su trino; un terreno firme donde cimentar esta ilusión.
¡Mira mujer!.. A lo lejos, coros arpegiados
emergen de las entrañas del río regocijados por nuestro andar. Más allá se
materializan escrupulosas lianas que quieren deshilachar el cielo para que tú y
yo crucemos por aquella algodonosa nube púrpura.
VI
Atentos a cualquier esquirla cortante. Vigilemos el detalle
insignificante. Caminamos paso a paso…
Recuerda: Al unísono… Tú y Yo. Por la vereda…Juntos.
¡Ah… y no te preocupes. Dejaré intacto el mensaje que arrastran tus ojos de tu pasado, como tú lo has hecho con el mío. Eso sí, te propongo que disolvamos cada uno nuestro yo y seamos una sola entidad.
r.c.
New York, noviembre
del 2011.
No hay comentarios:
Publicar un comentario