Al caer la lluvia,
indefectible la visualizo
aquella lejana tarde gris
con su sonrisa de Virgen,
tomada de mi mano
y sujetándose la corona
sobre su cabecita,
para sortear
los reflexivos charcos.
Su largo vestido
de novia de organdí,
orlado con perlas,
y sus delicados
zapatitos de cristal,
la hacían confundible con
los querubines.
Entonces pienso en ella
y mi alma,
ya se sumerge
en un ponto de lágrimas.
Miro para ambos lados,
tiendo mis manos,
pero es vana
mi intención:
ya no está conmigo.
Se ha ido,
si bien me dejó
la fragancia de su alma.
¿Dónde está?
¿Cuál Mundo
alardea de su presencia?
***
Oh enigmático Firmamento…
¡Sí…así eres!
¿Mas, cómo comprenderte?
¿Cómo explicar tanta aflicción?
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